Cartas a un niño que
no nació
Carta nº IV
Anoche soñé contigo, eras un feto, mi feto. Tus ojos vidriosos se clavaron en los míos y por primera vez oí tu voz, gritabas, ¡monstruo, monstruo!...
Soñé
que tu enorme cabeza de feto se reclinaba en mi pecho; que tu horrible boca me
mamaba y que tus manos huesudas, hurgaban dentro de mi seno buscándome el
corazón y con ese horror que sólo en los sueños se siente, vi como sacabas un
trozo de carne goteando sangre, una sangre que se esparcía por mis vestidos,
que brotaba en rojo manantial de mi boca. Todo se cubrió de púrpura. La sangre corría
en arroyos por la tierra y subía hasta el cielo y al mirar hacia allí, vi que
Dios lloraba sangre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario